Bizcocho
Les pondremos un ejemplo de nuestra crueldad con Irina. Un día, en la playa, las niñas del grupo nos preguntaron que porque no nos gustaba salir con ellas o algo parecido, no lo recuerdo bien- y el Chino les respondió que eran muy feas y que, además, nos espantaban a otras niñas. Ellas respondieron enfadadas y Peter, un gaditano tan peculiar como buen amigo, respondió que se fijasen en Irina, que era el claro ejemplo de la fealdad. Irina, que estaba justo a su lado, se echó a llorar y finalmente salió corriendo hasta su casa.
Ibérica nos puso los puntos sobre las ies y nos dijo que éramos unos niñatos, que debíamos disculparnos con ellas. Que mucho ir a su casa a tomar los exquisitos- bizcochos de su madre, o a meternos en la piscina y luego la tratábamos así. Su convicción y enfado fue tal que acabamos acatando sus órdenes y acudimos a casa de Irene. Hasta allí fuimos Peter, el Chino, Gab(r)i Paz, Jon Etxebarría un vasco que vino un par de veranos y que tenía a todas las niñas locas- y yo.
La casa de Irina tenía un anteporche de cristales, y allí dentro esperamos los cinco mientras las niñas iban a buscar a su amiga y la intentaban convencer de que saliera. Mientras eso ocurría, Gabi Paz se dedicó a observar el anterporche, hasta descubrir un paquete de papel albal sospechoso.
-Oye, ¿eso no será un bizcocho?.
-Ábrelo- fue Jon el que lo decía mientras comenzaba a retirar el papel
- Está caliente.
-No importa- dijo finalmente Peter con la boca llena de bizcocho.
El resto se lo pueden imaginar. Irina se puso nuevamente roja, pero del enfado, e Ibérica estuvo varios días sin hablarnos hasta que, finalmente, nos dijo:
- El bizcocho no era para vosotros. No debisteis coméroslo.
- Cierto- dijo Jon estaba demasiado caliente todavía.